Los Obvios


Los Obvios 


La señora lo mira como si la vida se estuviera derritiendo en una olla de fondue. El resto no lo nota, porque no fue fusilado. Lamen el cemento las suelas mientras las campanas de la catedral acribillan los tímpanos de los Obvios, quienes se persignan una y otra vez tras pasar frente a ella. Los Dudosos ya no creen en Dios, ni en las campanadas, pero ellos son otro tema.
Inocencia no les sobra a los Obvios, aunque saben actuarla como profesionales del teatro. Magritte los hubiera pintado con una sandía por cabeza. Caminan haciéndose los despistados y el mundo es una película yanquimal filmada, pero de Hollywood. No entienden mucho de filosofía ni de pasión, pero son ases en economía y en traición; creen que una madre es una madre y que un tumor es un tumor.
Transpiran con olor a rosas y se asustan cuando un lavacoches pronuncia sus palabras mágicas. Sostienen que el rock, las marchas y la homosexualidad son cosa de negros y diferencian con elevados fundamentos a los negros de alma de los de piel. Parafrasean a Maquiavelo con orgullo y alaban la obra de Santo Tomás, pero jamás se animaron a leer algo de Marx.
Están en todos lados y en ninguno a la vez, beben agua mineral, toman siempre un tentempié, firman con costosas lapiceras contratos importantes y no entienden nada del reino del revés. Sonríen cómplices ante la perversa publicidad de su político preferido, siempre pensando en restituir la paz social.
Reniegan de los precios y del mozo que no les trae el café, del pibe que les pide una moneda, de la secretaria que se enfermó, de la camisa beige que les quemó la empleada con la plancha, de los subsidios, de las villas, del frío y del calor. Donan fortunas para que otros Obvios de menor categoría (porque hay categorías de Obvios) les limpien las patitas a los pingüinos, pero no se conmueven ni por falsedad al ver a un niño sin desayunar.
Al menos dos veces a la semana juegan al tenis y sacan a sus perros de raza a caminar, nada como verlos dejar su popó lejos de casa piensan sin un mínimo intento de disimulo. Cuando se enteran de que hay una huelga, es mejor no estarles cerca. Sus hijos no aprenden castellano, pero es un honor escucharlos speak en inglés. Respetan mucho a las maestras, pero sólo a esas (también Obvias) que jamás cortarían un puente y sienten vergüenza de ver a sus pares haciendo el ridículo ahí, mientras murmuran por lo bajo ojalá den la orden, ojalá den la orden.
Tienen siete vidas, no prestan ninguna —a veces las alquilan, pero no sueñes, a vos no; no tenés ese nivel—. Escondida en algún lugar de su casa suele haber siempre un arma, eso sí: nunca está cargada, aunque por las dudas… mejor prevenir que lamentar. Piden mano dura y colimba, porque saben que los mejores tiemposfueron de la mano de algún general que les mantuvo limpito de pobres el camino para salir a pasear sin que el olor les genere jaqueca.
Usan corbatas serias y fruncen el ceño cuando alguien pisa sus lujosos zapatos. Los Obvios se ríen despacito, con la boca cerrada y sin exagerar. Cambian de auto como de amante y de propiedades como de pesos por dólares o euros según lo sugiera el diario Clarín. Extrañan los tiempos del riojano traidor. Siempre caminan erguidos y sin mirar.
Rezan todas las noches por un mundo mejor, sin abortos ni pobres ni contaminación. Como saben que sin abortos los pobres se reproducen, porque son como conejos que no pueden parar de copular, consideran que como mucho a los tres años de edad hay que matarlos, para que no crezcan y pretendan robar alguna de sus ostentosas adquisiciones ni arruinen el paisaje en los semáforos de la ciudad.
Así de Obvios son los Obvios, tan distintos a los Dudosos que los miran de reojo mientras hablan sobre ellos sin que lo noten, que lloran por saberlos disgregando cada vez más a la sociedad, que escriben y cantan y pintan sobre esto y sueñan con espiarlos disfrutando de su obra sin poderla interpretar.
 



"Los Obvios" es una recopilación de relatos breves dividida en tres secciones. La primera de ellas, Atracones de versos burgueses, esconde las miserias de las clases sociales entre las líneas de cuentos, en su mayoría, humorísticos. Las sombras de los postes de luz, la segunda, toca los conflictos internos y externos de los seres humanos de una manera implícita pero perceptible. La tercera sección, Un navajazo a la ilusión, trata, por un lado, sobre los fantasmas de la parte más oscura de la historia argentina y, por el otro, sobre los temores que más acechan la psiquis individual: la locura y la soledad. 

Se consigue en librerías o en formato digital descargándolo acá (sin costo). 

"Los Obvios" por otr@s:
http://www.rionegro.com.ar/diario/el-duro-oficio-del-escritor-714293-9709-nota.aspx

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